Hace unos días escuché a alguien decir: “perdonar es justificar el comportamiento negativo del otro”. Estas palabras quedaron resonando en mi interior, dando vueltas en mi cabeza. En ese momento decidí traer al presente algunas situaciones que había tenido que enfrentar a lo largo de mi vida, y analicé las ocasiones en las que había perdonado al supuesto agresor y en las que no.

Me percaté de que cuando recordaba una experiencia en la que había logrado perdonar no tenía ningún tipo de sentimiento, era como si recordara lo que había sucedido pero  sin ponerle una connotación ni positiva ni negativa, mientras que al recordar una vieja exeperiencia que no he logrado perdonar, noté que mi cuerpo se tensaba, el pecho dolía, era como si hubiera presión sobre él… sentía rabia, pensaba que no era justo y en resumen generaba bastante sufrimiento.

Todo lo anterior me llevó a concluir que el perdón más que justificar o no un comportamiento, nos libera de cargas, sentimientos negativos, resentimientos, etc. Quien realmente se beneficia del perdón, es quien decide perdonar. Algo que surgió en mi interior y me ayudó a comprender un poco más que la mejor opción es perdonar, fue hacerme consciente de que en un conflicto todos los implicados son víctimas porque cada uno ve desde su trinchera y a través de sus propias lentes.

¿Cómo acercarnos al perdón?

Voluntad

El primer paso hacia nuestra liberación, será tomar la decisión de perdonar a la persona que desde nuestras lentes ha actuado de forma negativa. Somos nosotros quienes elegimos y sólo cuando esta elección provenga de nuestro corazón el camino habrá iniciado.

Empatía

Las personas no nos levantamos cada día con un plan establecido de cómo hacer daño a los otros. En realidad lo que sucede es que todos tenemos tantas creencias, recuerdos, necesidad de protegernos etc. que simplemente nos ponemos nuestra armadura para evitar cualquier peligro, y en este evitar, en muchas ocasiones herimos a los demás. Comprendamos la realidad del otro e intentemos ponernos en su lugar.

Libérate de las expectativas

Cuando no esperamos un comportamiento determinado de los demás, es más sencillo no sentirnos decepcionados. Imagínate por un momento que todo el tiempo tuviéramos que actuar como los otros desean que actuemos, satisfaciendo todas sus necesidades y requisitos,  haciendo sólo lo que los hace felices…

            ¿Qué crees que pasaría?

Estaríamos tremendamente insatisfechos, sería como estar enjaulados, no habría espontaneidad. Sólo pensarlo me hace sentir muy incómoda. Por esta razón hoy me comprometo a no enjaularme, ni a enjaular a nadie con mis expectativas.

Responsabilidad

Todo el tiempo estamos haciendo interpretaciones de lo que sucede, el problema radica en que cada uno percibe la vida desde sus creencias y puntos de vista. Esto me demuestra que nosotros mismos somos los únicos responsables de lo que interpretamos y por lo tanto de sentirnos o no ofendidos. En otras palabras el nivel del daño y la ofensa dependerá de mi manera de calificar y ver los hechos.

Renuncia

En busca de que las cosas sean equilibradas el ser humano ha establecido unas normas de respeto, equidad y equilibrio que deben ser seguidas para poder convivir sanamente. En ocasiones sentimos que algo que alguien nos dijo o hizo no es justo, o mejor dicho, no lo merecemos, esto nos lleva a victimizarnos y por lo tanto a sufrir alimentando un recuerdo que nos hace esclavos de una situación específica. Lo anterior, realmente nos estanca y no nos permite evolucionar.

Aceptación

El pasado no puede ser cambiado, “lo hecho, hecho está”. En vez de resistirnos a lo que sucedió, aprovechemos el aprendizaje que cada situación nos aporta y dejémosla atrás. “Todo sucede por algo” y cuando una puerta se cierra es porque la vida quiere mostrarte una nueva opción.

Más Consciencia Menos ego

Es muy importante que el perdón provenga de nuestro sabio interior y haya una intención pura. Cuando perdonamos sin realmente perdonar, es decir, perdonando desde el ego, los sentimientos negativos reaparecen y siguen oprimiéndonos.

 

Quien se siente ofendido o atacado es el ego, nuestra personalidad; no nuestra consciencia o sabio interior. Permanezcamos ¡alerta! y cada vez que experimentemos la sensación de la ofensa, seamos conscientes de quién está sufriendo en realidad y preguntémonos: ¿a quién nos hace falta perdonar?, ¿qué esperamos de esa persona que no nos lo dio? Al responderlas encontrarás lo que aún no te has dado a ti mismo.

   Cuando perdonamos soltamos emociones que no nos sirven y abrimos espacio a emociones nuevas. Intentemos permanecer en el presente alejándonos del rencor que son los sufrimientos pasados que alimentamos en nuestro ahora. Una persona que no es capaz de perdonar difícilmente será capaz de amar. Evitemos el re-sentimiento, ¿para qué volver a sentir emociones negativas pasadas? De hoy en adelante enfoquémonos en amar a todos y dar siempre, siempre lo mejor de nosotros.

© Escrito por Catalina Lobo para VALORARTEblog.com

«Actuar con ira o rencor, es como beber veneno y esperar que el otro muera» Buda

Foto: fotolia.com