El tema a tratar hoy es de suma importancia, nos han enseñado que si somos “buenos”, si nos comportamos como lo establecen los parámetros sociales y si hacemos lo que los demás esperan que hagamos seremos queridos, aceptados y respetados. La pregunta es: ¿En cuántas ocasiones hemos dejado de sernos fieles por cumplir con esta regla?

En mi caso fueron muchas, lo hacía la mayor parte del tiempo. Siempre estaban primero las necesidades de los otros y aunque no quisiera yo, desde mi confusión mental tenía que hacerlo para garantizar el cariño y la aceptación las personas que estaban cerca; que equivocada estaba. Hoy puedo decir con conocimiento de causa que ese comportamiento errado en vez de traerme felicidad, aceptación o respeto, me trajo mucha desdicha.

En el diccionario etimológico la palabra bueno hace referencia a aquello que tiene bondad, es decir que es útil, agradable, gustoso, divertido y que tiene tendencia a hacer el bien. Pero si para hacer el bien atentamos contra nosotros, entonces ya no estaremos haciendo ningún bien ni a nosotros ni a los demás porque si no estamos en equilibrio no podremos ofrecer nada.

¿Cuántas veces has dicho cosas como: ¡No importa! cuando si te importa, o ¡da igual! cuando en tu interior no da igual? A lo que quiero invitarlos hoy no es a convertirnos en personas que viven en disputa, sino más bien a que reconozcamos cuándo estamos haciendo algo porque nace en nuestro corazón y sin dobles intenciones, y cuando lo hacemos porque tenemos miedo a ser juzgados, rechazados o a que la imagen ficticia que hemos construido de nosotros se venga abajo.

Cuando haces algo con doble intención entorpeces el flujo de ser y recibir, entonces lo que sale de ti no regresa.

Es muy importante que comprendamos que para dar algo primero debemos habérnoslo dado a nosotros, entonces si queremos ser buenos con alguien primero tenemos que estar atentos a nosotros, conocernos y responder a nuestras necesidades respetando obviamente la libertad del otro.

Mi libertad termina donde comienza la tuya.

En el momento que hemos logrado ser libres y ser leales a nosotros, los demás se sentirán libres en nuestra presencia, entonces podremos ser buenos y leales con todas las personas que se crucen por nuestro camino.

Consecuencias de esforzarnos para ser los «buenos» todo el tiempo.

Comenzamos a ser deshonestos

En la medida que nos acostumbramos a acceder a los deseos de quienes nos rodean incluso cuando no estamos de acuerdo, empezamos a ser deshonestos con nosotros y por esto lo que ofrecemos es esa misma deshonestidad pues lo que hacemos o entregamos no es del todo sincero.

Si vas a hacer algo hazlo porque quieres hacerlo y no por compromiso, por quedar bien o porque tienes expectativas.

Entorpecer el aprendizaje y desarrollo de los demás

Cuando alguien nos pide que hagamos algo que puede hacer por sí mismo y accedemos a hacerlo, nos llenamos de responsabilidades que no nos corresponde tener y privamos al otro de la oportunidad de intentar aprender a hacerlo por sí mismo. Ejemplo:

Una madre sobreprotectora evitará que su hijo haga muchas cosas que puede hacer, sin darse cuenta está evitando que su hijo desarrolle las capacidades necesarias para  hacerlo por sí mismo y defenderse frente a la vida.

La mejor manera de ayudar a otro es permitiéndole intentar hacer las cosas.

Cargarse de responsabilidades

Usualmente las personas “buenas”, están dispuestas a hacer todo por nosotros o por quien sea. Como dije al principio suelen hacerlo para convertirse en indispensables para los demás porque así garantizan que no serán abandonados y que recibirán cariño. El problema está en que los seres humanos podemos llegar a aprovecharnos de las características del «bueno» y sin darnos cuenta explotarlo. Con el tiempo el “bueno” experimenta el peso de acceder a todo lo que piden los demás, se siente sobrecargado y terminan por agotarse.

Sentir resentimiento

El «bueno» en determinado momento siente que da mucho y recibe poco. Esto sucede porque al no estar haciendo las cosas porque lo desea sino más bien porque espera algo a cambio (afecto, compañía, reconocimiento…), al no recibirlo empieza el problema. La persona llega a sentir que el otro se ha aprovechado cuando en realidad la decisión ha sido única y exclusivamente suya. En ese momento aparece un sentimiento negativo hacia el otro que puede entorpecer y deteriorar las relaciones.

Reflexión

Has notado que cuando estás en un avión y dan las instrucciones de seguridad te dicen que si en algún momento la cabina se despresuriza pongas primero tu mascara de oxigeno antes que ponerla a los demás. El por qué de esto es muy sencillo, si te concentras en ponerla a otro primero podrías quedarte sin oxigeno y no podrías ayudar a nadie, mientras que si te pones primero la tuya tendrás lo necesario para ayudar quien lo necesite.

Nuestra vida funciona igual, si quieres ser bueno con los demás lo primero que tienes que hacer es ser bueno contigo mismo. Si logras estás pleno, satisfecho y tienes equilibrio y paz interior, todos tus pensamientos, intenciones y acciones hacia quienes se crucen por tu camino serán realmente buenas.

Cuídate y podrás cuidar, amate y podrás amar, respétate y podrás respetar, acéptate y serás aceptado…

© Escrito por Catalina Lobo para VALORARTEblog.com

 

“Si tu compasión no te incluye no es completa» Buda

 Foto: Fotolia