No sé ustedes pero yo desde muy pequeña comencé a escuchar en las conversaciones de los adultos frases como: “Encontrarás alguien que te haga feliz, he terminado mi relación porque fulano o fulana no me hacía feliz, espero conocer a alguien que me de la felicidad…”
Sin darnos cuenta estas frases comienzan a grabarse en nuestra mente. Cuando somos pequeños no discernimos entre si son ciertas o no, como confiamos en los adultos y aprendemos por imitación terminamos por darles validez, convirtiéndolas en una de las tantas creencias que dan vida a nuestra identidad y que terminan por regir nuestra día a día.
Lo importante de hoy es que lleguemos a comprender que cuando esperamos que alguien nos de lo que no hemos podido darnos o nos solucione un problema, realmente nos estamos convirtiendo en un problema para esa persona, y créanme no hay un repelente más efectivo que este.
Cuando basamos nuestra relación en la premisa de “HAZME FELIZ”, entregamos la responsabilidad de nuestra vida al otro y por ende nos alejamos de la felicidad, de una relación sana y armónica; y lo más importante, nos alejamos de la posibilidad de compartir el amor que tenemos dentro con otro ser humano.
Ni tú ni yo tenemos la capacidad de hacer a otro feliz, entonces pedir que alguien nos de la felicidad es una utopía.
Aunque no nos demos cuenta, cuando nuestra relación se cimenta en la dependencia (necesito del otro para estar bien), nuestra pareja comienza a sentir ese peso sobre sus hombros y poco a poco comienza a tener la necesidad de alejarse.
Muchos de mis clientes acuden a mí porque dicen sentirse engañados por sus parejas y añaden que no son felices. En estos procesos lo que hay es un autoengaño; la persona al creer que el otro puede sanar lo que él/ella no han sabido sanar, lo culpan cuando no obtienen el resultado que esperaban y por esta razón dejan de quererlo o sentir interés.
Si nos damos cuenta está manera de relacionarnos está enfocada en recibir y no en dar. Recibir tiene una polaridad negativa y dar una positiva, necesitamos de las dos para estar en equilibrio; cuando funcionan correctamente hay una retroalimentación. Ahora bien, si solo me enfoco en saber qué necesito recibir y dejo de lado qué tengo para dar, lo que sucederá es que la vida por ley de correspondencia me dará lo mismo que estoy dando.
Si doy carencia, recibiré carencia; si doy necesidad, recibiré necesidad. Pero si doy alegría, recibiré alegría.
Ahora bien ¿Queremos recibir amor? Entonces primero tendremos que dárnoslo a nosotros, al estar llenos, tendremos la capacidad de entregarlo a los demás y en ese momento ese amor regresará.
Las relaciones existen para compartir lo que tenemos dentro, para dar sin límites. Si queremos entregar algo primero tenemos que estar bien, vivir en armonía, tener alegría, paz y equilibrio.
Cuando la cabina de un avión se despresuriza ¿qué debes hacer? Lo primero, incluso si a tu lado está tu hijo, es ponerte tú tu mascara de oxigeno y cuando estés respirando bien puedes comenzar a ponerla a quien necesite ayuda.
No podemos dar lo que no tenemos.
Reflexión
En el transcurso de mi vida he compartido con muchas personas, tengo que reconocer que hace algun tiempo mis relaciones eran un desastre, y lo eran precisamente porque la premisa que tenía en mi cabeza era “Encontrar a alguien que me haga feliz”.
Esto significaba 3 cosas. La primera que yo no era feliz, la segunda que no sabía cómo ser feliz y la tercera que en vez de responsabilizarme de mí, ponía la responsabilidad en los demás terminando por convertirme en una carga. Que equivocada estaba, la única persona que podía hacerme feliz realmente era yo.
Con el tiempo, la madurez, la experiencia y este camino de trabajo interior que elegí para mi vida, me hice consciente de que la felicidad no es algo que te dan los demás o que puedes comprar, sino más bien es un estado mental en que cada día decidimos o no estar. En ese momento elegí “Encontrarme para poder satisfacerme y hacerme feliz”; esa ha sido la mejor idea que he tenido, porque ahora tengo algo para compartir con los demás… mi felicidad.
Aunque falta mucho aún, actualmente mis relaciones afectivas son más sanas porque cuando alguien entra en mi vida lo recibo con los brazos abiertos, pero si decidimos separarnos, aunque sienta pena, sigo tranquila, completa y plena.
En el presente no experimento eso que sentía tras una ruptura amorosa, ese dolor profundo que estaba acompañado de pensamientos como: “no se vivir sin ti, qué haré sin ti, te necesito…” todo eso ha desaparecido. La necesidad enfermiza de saber del otro y de tener contacto con él después de la separación ya no es parte de mí. He superado la dependencia afectiva y la confusión del amor con el apego que tanto dolor me producían.
Ahora sé que para amar tengo que dejar al otro libre y por lo tanto aceptarlo como es sin pretender cambiarlo, y si no me gusta como es, “a otra cosa mariposa” porque si desde un principio pienso que hay cosas que el otro podría cambiar, está claro que no lo estoy aceptando.
Todo esto puedo hacerlo porque amo mi libertad y la valoro tanto, que no sería capaz de privar a nadie de la suya. Hoy sé que puedo volar al lado de otro libremente, y si en algún momento volamos por caminos muy distintos, sé que tengo el valor para agarrar mis cosas y seguir con mi vida sin miedo, sin ansiedad, sin necesitar que el otro me de lo que yo no he podido darme, sin mendigar, sin obligar, sin poseer…
Muchas cosas han sucedido en mi vida para haber llegado a este punto. Tras la muerte de mi madre tuve que reflexionar sobre mi forma de “amar” a los demás, y poco a poco he ido comprendiendo que tengo que dejar de vivir la vida buscando una satisfacción externa que nunca llega, porque cada uno de nosotros lleva su mundo por dentro y solo cada uno de nosotros puede encontrarse, entenderse y llenar sus vacíos.
Este artículo está dedicado a todas esas personas que posiblemente hoy afrontan una separación y sufren por “amor”. Sé lo que sienten y los entiendo; pero también sé que si lo desean pueden salir adelante, pueden superar la dependencia afectiva y pueden convertirse en personas capaces de relacionarse sanamente, de compartir lo que ya tienen y de amar sin caer en la trampa del apego.
Escrito por Catalina Lobo para VALORARTEblog.com
“Al final solo tres cosas en la vida importan: cuánto amaste, cuán gentil fuiste y que tan agraciadamente dejaste ir las cosas que no eran para ti.” Buda
Foto: fotolia
Ya perdí la cuenta de cuentos amigos tengo que me dice que han dejado a alguien porque no los hacía feliz. Cuando trato de explicar que la felicidad está adentro, me han contestado bueno pero si es posible que alguien te haga infeliz. Creería que no. Por qué si no me pueden hacer feliz, como me puden hacer infeliz? aunque admito que a veces mi esposo me ha puesto muy triste.
Gracias Cata! Me encanto el artículo
Me gustaMe gusta