“Todo lo que te molesta de otros seres, es solo una proyección de lo que no has resuelto en ti mismo” Siddharta Gautama Buda

¿Alguna vez habías oído la frase anterior?, la primera vez que la escuche me costó trabajo comprenderla, ¿cómo podía ser posible que lo que me molestaba de otros fuera algo que estuviera en mí?

Con el fin de ser aceptados y encajar en la sociedad, desarrollamos una máscara social a partir de toda la información que desde niños hemos recibido del entorno. Esta máscara es nuestra autoimagen, de manera que es una parte de nosotros mas no nuestra totalidad.

El problema está en que erróneamente creemos que si nos salimos de los límites de la imagen que hemos construido de nosotros mismos, los demás nos rechazarán. En consecuencia nos hacemos fieles a ella terminando por ocultar todo lo que pensamos que podría hacernos desencajar; lo enterramos creyendo de forma errónea e inconsciente que estando oculto estará controlado.

Eso que ocultamos, es nuestra sombra y desde el lugar donde la hemos enterrado conduce nuestras intenciones, pensamientos y actos; lo que la hace parte fundamental de lo que yo llamo ego.

Ahora bien, si nuestras intenciones, pensamientos y actos son los creadores de nuestras experiencias futuras (KARMA), ¿no sería bueno reconocer nuestra sombra y transformarla en luz?

El espejo y la sombra

Los componentes de nuestra sombra son inconscientes, por esta razón la vida nos da una herramienta muy poderosa que si aprendemos a utilizar, nos ayudará a hacerlos conscientes y por ende a transformar nuestra vida y nuestro entorno. Esta herramienta es la ley del espejo o correspondencia.

Esta ley consiste en que nuestra realidad es una proyección de lo que hay en nuestro interior. En resumen, si estás feliz verás felicidad y si estás triste veras tristeza.

Siempre enfocarás tu atención en lo que tienes dentro.

La idea de este artículo es entender cómo esta ley nos ayuda a ver lo que aún no hemos querido ver. Retomemos la frase inicial en la que Buda dice que todo lo que nos molesta de los otros, es lo que no hemos corregido en nosotros. Aquí me gustaría ser enfática en que hay una diferencia muy grande entre algo que nos molesta y produce emociones negativas, y algo que nos incomoda o molesta pero no produce emociones negativas.

El secreto para identificar qué es lo que no hemos resuelto en nosotros y estamos proyectando en otros, radica en esta diferencia. Nos puede molestar que nuestra pareja deje los zapatos tirados en la entrada, o que se demore mil horas en el baño, pero si es algo con lo que podemos convivir porque no ocasiona emociones internas descontroladas, entonces no hay problema. Analicemos la siguiente situación para poder observar como se revela la sombra.

Imagina que estás haciendo un doctorado, a ti y a dos colegas les han puesto un trabajo de investigación, no los conoces muy bien. Por algo que no comprendes sientes más afinidad con el compañero A que con el compañero B, se disponen a trabajar y con el paso de los días, la persona B, comienza a ser molesta para ti.

Percibes en ella muchas cosas, pero lo que más te molesta es su comportamiento egoísta; esto comienza a producir sensaciones y emociones en tu interior que no te gustan y que te producen insatisfacción. La situación comienza a empeorar, pero notas que A, trabaja bien con B y contigo. De forma objetiva y para aclarar si lo que ves tú lo ven otros, decides preguntarle a A, si le es fácil trabajar con B, a lo que A responde que sí.

Estás confundido,  pero sigues trabajando hasta que las emociones negativas en tu interior se intensifican, y en un momento dado hay una discusión en la que manifiestas tu molestia a B argumentando los comportamientos egoístas que has notado. Después de la conversación llegan a un acuerdo, A también ha notado algunas actitudes inadecuadas en B pero no le han afectado como te han afectado a ti.

Si te das cuenta, la percepción de A y la tuya hacia B son distintas, esto se debe a que al ser diferentes, proyectan cosas diferentes. Seguramente B si que es egoísta, pero A no se enfoca en ese defecto porque no lo tiene y por consiguiente no eclipsa su atención, esto lo incapacita para ver dicho defecto presente en B o en ti. Quizás yo tu no seas egoísta con tus compañeros de doctorado, pero seguramente manifiestes egoísmo en otras situaciones y con otras personas.

El egoísmo que vemos en nuestro compañero es el egoísmo que hay oculto en nosotros, inconscientemente lo hemos escondido porque sabemos que es algo negativo; verlo en el otro nos desequilibra porque nos recuerda lo que no queremos ver.

La única forma de transformar lo que no nos gusta, es haciéndolo consciente, es imposible cambiar algo que no sabemos que existe. Por esto la vida nos lo muestra, y seguirá mostrándonoslo hasta el día que lo hayamos sanado y transformado, ese día ya no habrá necesidad de que lo veamos, y entonces al igual que A no lo proyecta, nosotros tampoco lo proyectaremos. En conclusión, cuando dejemos de ser egoístas, dejaremos de ser correspondientes con gente egoísta.

Solemos pensar que las personas o el entorno son los causantes de nuestra insatisfacción, cuando realmente los únicos causantes somos nosotros mismos. Todos nuestros males provienen de nuestra incapacidad de conocernos y observarnos. La vida es una gran oportunidad para descubrir nuestra sombra, no estamos aquí solo para satisfacer nuestras necesidades básicas, estamos aquí para trascender nuestra oscuridad.

Lo que no acepte de mi mismo lo veré en los demás.

Es el momento de comenzar a agradecer a todas esas personas que son nuestros espejos; eso que tanto juzgamos en ellos, es solo nuestro reflejo. En vez de verlos como enemigos o como personas tóxicas, veámoslos como nuestros entrenadores y reconozcamos en nosotros lo que ellos nos muestran. Esto desarrollara nuestra empatía y compasión, nos ayudará a corregirnos y nos dará la posibilidad de amar y valorar a todos los que nos rodean.

Escrito por Catalina Lobo para VALORARTEblog.com

“Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma” Carl Gustav Jung

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