Después de escribir el artículo anterior «Amor vs Apego» comencé a reflexionar sobre cómo cuando nuestros sentimientos positivos se transforman en apego, se convierten en una piedra en el zapato que en muchas ocasiones nos acompañan por largas temporadas. Hoy me gustaría que nos enfocáramos no sólo en el apego hacia las personas, sino también en el apego que generamos hacia situaciones, cosas materiales, etapas, momentos, sensaciones etc.

En resumen el apego hacia cualquier cosa nace cuando en nuestra mente facultamos a un objeto externo, cualquiera que sea, de proporcionarnos felicidad y satisfacción, olvidando que esta emana única y exclusivamente de nuestro interior. Al idealizar al objeto externo, nos volvemos dependientes de este y sentimos la profunda necesidad de poseerlo y controlarlo ya sea este una sustancia, una persona, una sensación, etc.

En el momento en que damos poder de nuestro estado de ánimo a algo que no controlamos, perdemos las riendas haciéndonos esclavos del entorno y sometiéndonos a altibajos emocionales que agotan nuestra energía. Cuando obtenemos lo que queremos estamos felices, y en el momento que no lo tenemos caemos en sufrimiento convirtiendo nuestra vida en una montaña rusa emocional.

Soltando Apegos

Identificar el Apego

Es indispensable hacernos conscientes de que existe apego hacia algo o alguien. Para darnos cuenta, el primer paso será observar qué nos está ocasionando malestar o sufrimiento.

Por ejemplo, en el caso de una persona, sabremos que estamos apegados cuando su ausencia ocasione profundo dolor o sintamos ansiedad por tenerla cerca y hasta en ocasiones desearemos controlarla y poseerla.

Cualquier vinculo a algo exterior a nosotros que ocasione grandes fluctuaciones emocionales o anímicas proviene de nuestro ego, y por lo tanto habrá que corregirlo.

No controlamos nada más que a nosotros mismos

Enfocar nuestro bienestar en algo que está fuera de nosotros no tiene sentido. No controlamos a nada ni a nadie, entonces esperar que los demás se comporten de la manera que deseamos, o desear que las situaciones se amolden a lo que nosotros queremos termina por llenarnos de frustración.

Las cosas son como son, podemos trabajar para mejorar nuestras relaciones y nuestras circunstancias, pero para esto debemos trabajar en nuestro interior, en nosotros mismos, en la forma de percibir los estímulos externos, en nuestra manera de actuar y reaccionar frente a la vida. Es más sencillo transformarnos a nosotros que somos uno sólo, que intentar cambiar a millones de personas para que nos hagan felices.

No justificar

Está claro que cuando estamos apegados a algo o alguien y no somos conscientes, buscamos mil maneras de excusar los comportamientos inadecuados de la persona en cuestión, o intentamos minimizar los impactos negativos del objeto o sustancia a la que nos apegamos sobre nosotros. «Si algo no es positivo para mí, es importante que yo lo analice objetivamente». Este será el segundo paso en el camino.

Valorarnos

Siendo conscientes de lo que somos y de lo que ofrecemos al entorno, podremos tener claro qué merecemos. No podemos permitir que nadie nos vulnere o nos maltrate, y tampoco podemos permitirnos a nosotros mismos hacernos daño permaneciendo en relaciones, situaciones o hábitos que nos hacen mal.

Todo se transforma

Esperar que las cosas se mantengan siempre iguales es un error. Vivimos en un entorno que se transforma; las situaciones, etapas, personas y cosas que nos rodean cambian cada día, sería muy aburrido despertar y que todos nuestros días fueran iguales. En ocasiones perdemos seres queridos, en otras perdemos trabajos, en otras, relaciones.

Lo importante, es ver que si logramos hacernos conscientes de que la felicidad no la genera el entorno, sino más bien de que somos capaces de compartir la felicidad que generamos en nuestro interior con el entorno, habremos dado un paso gigante en el camino al equilibrio emocional y el desapego.

Aceptación

Si no controlamos nada, si todo cambia y se transforma, ¿qué sentido tiene frustrarnos y resistirnos a la realidad?, ¿crees que frustrándonos o resistiéndonos generaremos un cambio?, la respuesta es no. Entonces, ¿por qué mejor no intentamos mirar con objetividad nuestras experiencias y comenzamos a fluir con lo que hemos generado? 

Analizando nuestros resultados presentes y revisando con atención qué comportamientos y actitudes pasadas han creado nuestra realidad, podremos corregir y sembrar nuevas semillas.

El aprendizaje de la pérdida

Cada vez que sufrimos una pérdida, ya sea por muerte de un ser querido, porque alguien se va de nuestro lado, porque perdemos un trabajo, o por lo que sea; entramos en un proceso de duelo que nos ocasiona dolor.

En el momento en que logramos aceptar que todo lo que la vida nos pone enfrente es lo que realmente necesitamos, aprendemos a vivir con las circunstancias que se nos presentan y entonces, nace en nosotros una comprensión que nos da respuestas al por qué de las situaciones que tuvimos que enfrentar. Esta comprensión nos da la sabiduría ayudándonos a valorar cada día más lo que tenemos.

Somos nosotros quienes damos vida a nuestros recuerdos utilizando como vehículo nuestra mente y aferrándonos al pasado. Pero si el pasado ya no existe, ¿por qué duele?, duele porque aún no lo hemos soltado y nos apegamos a vivencias, personas y situaciones anteriores impidiendo que haya espacio para algo nuevo.

   Cada vez que apliquemos los 7 pasos anteriores en alguna experiencia de nuestra vida, ganaremos humildad y sabiduría, nos haremos más valiosos como personas pues tendremos la consciencia de qué y de quiénes somos. Generaremos felicidad para compartir a raudales con nuestros semejantes y llenaremos este mundo de alegría y buena energía que es lo que más necesitamos todos.

Escrito por Catalina Lobo para VALORARTEblog.com

 

«Aprender a dejar ir es el secreto de la felicidad» Buda

Foto: fotolia.com