La información que recibimos día a día nos hace creer que una vida feliz está directamente relacionada con la posesión de bienes materiales. Según esto, el más feliz es el que más tiene. Buscamos todo el tiempo el reconocimiento o la satisfacción a través de las pertenecías, de los títulos o de nuestra imagen exterior; sin preocuparnos ni por un segundo de nuestro interior, como si todo eso pudiera eliminar nuestras carencias afectivas, emocionales, inseguridades y nuestra baja autoestima.
Sentimos que la materialidad puede llenar todos nuestros vacíos y darnos la seguridad que tanto buscamos, pero en realidad, solo los incrementa.
El dinero, los bienes, los títulos y la apariencia física no son negativos. Vivimos en un mundo material, los necesitamos, debemos valorarlos, cuidarlos y ser agradecidos por todo lo que tenemos; lo que es negativo es la dependencia, la adicción y el apego hacia ellos porque terminamos en convertirnos en sus esclavos y no nos llenamos con nada.
Veo a las personas comprar de manera compulsiva, de hecho yo era una de ellas, compraba todo tipo de cosas que no necesitaba. Tengo mil bolsos en mi armario, “son mi pasión” solía decir; actualmente los uso, aún me gustan, pero ya no compro más, no tiene sentido. Ya no siento esa excitación momentánea en la que nuestro ego susurra “lo tengo, lo logre, es MIO”, esa sensación ya no me domina y esto es sólo un simple ejemplo.
Nos volvemos adictos a todo, a comprar, a adquirir, a tener más, a ser los más guapos, los mejor vestidos, los más inteligentes, sin preguntarnos ¿Por qué queremos poseer más o ser mejores que los otros? ¿Qué elemento disfuncional nos lleva a pensar de esta manera? ¿Será que siendo mejor o teniendo más seré más feliz? La respuesta es !!!NOOOOOO!!!, y lo digo por experiencia propia, de hecho serás más infeliz, vivirás persiguiendo parámetros toda tu vida y esto conlleva a un agotamiento físico y mental que envenena.
La felicidad no está en el exterior, la felicidad está dentro de nosotros. Todo lo externo es un mero placebo, que igual que la medicina, va perdiendo su efecto cuando lo uso mal.
El efecto de plenitud que me produjo comprar el primer bolso con el que soñaba se fue desvaneciendo hasta que ya no sentía nada, y así sucede con absolutamente todo, viajes, fiestas, restaurantes, ropa, coches, casas y hasta parejas. Hay personas que ya no ven a los seres humanos como semejantes sino como trofeos, o quizás simplemente no soportan la idea de estar solos. Lo más absurdo es que tenemos la convicción de que si el viaje de hoy cuesta más que el del año pasado nos hará más felices, por lo tanto cada día necesitamos más y más dinero para satisfacer nuestras necesidades egóicas y entonces… !!!VOILA!!! nuestro ego nos ha esclavisado y nos hemos convertido en unos materialistas.
Cuanto más materialistas somos más nos alejamos de lo verdadero, de la esencia real del ser y de la vida. Dejamos de valorar a las personas por sus acciones y las valoramos por su imagen; nos enamoramos de parámetros sociales y de belleza que nos alejan de tener una relación de pareja sana, abandonamos a seres queridos por dinero. He visto familias separarse por diferencias económicas, los matrimonios se convierten en duelos de titanes en los juzgados y estamos destruyendo nuestro entorno, el ser que habitamos, nuestro planeta.
Por el simple hecho de poseer más, nos convertimos en seres egoístas y tacaños cuando el único camino a la abundancia es el altruismo, la generosidad, el dar y compartir todo lo que tenemos con los demás.
Vivamos nuestro mundo material, disfrutemos de él y de las sensaciones que nos proporciona, pero no olvidemos que al morir la materia se acaba y nada de lo que hayamos acumulado va a acompañarnos a la tumba. Liberémonos, al final lo único que quedará de nosotros en este mundo y en las mentes de los demás, serán nuestras acciones, el amor y los buenos actos hacia los otros. Nuestra alma seguro se llevará consigo el amor, las sonrisas, el cariño, los buenos momentos y las emociones que compartimos con nuestros semejantes.
A mayor materialismo menor empatía, menor autoestima, mayor inseguridad, mayor dependencia, mayor esclavitud, mayor necesidad de satisfacción etc.
Recordemos nuestro origen, recordemos que hemos venido no a acumular riquezas sino a compartirlas, a amar a todos los seres que se cruzan por nuestro camino y no hablo de amor romántico o platónico, hablo de amor verdadero, de la necesidad de dar y darnos a los demás sin esperar nada a cambio, hablo de entrega, de servicio. Y ese día, el día que logremos entregarnos a los demás y al entorno con corazón puro y buena intención, ese día podremos ser plenamente felices.
Si dañas a los demás te dañas a ti mismo porque todos somos uno, tú y yo, somos células de un gran cuerpo llamado Tierra.
©Escrito por Catalina Lobo para VALORARTEblog.com
La felicidad es interior, no exterior; por lo tanto, no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos. Henrry Van Dike